José Antonio
Garrido (JAG). Buenos días, profesor. Es un placer poder hablar con usted. Uno
de los científicos más reconocido a nivel internacional y más respetado. Su
laboratorio, a grandes rasgos, trabaja en tres líneas de investigación
distintas. La primera de ellas relacionada con el cáncer, la segunda, con el
envejecimiento y la tercera, con el análisis funcional del genoma. Comencemos
hablando de la primera: el doctor Joan Massagué ha afirmado recientemente que
antes del año 2050 el cáncer estará controlado. Y esto es así, según su
criterio, porque para entonces conoceremos con precisión las bases moleculares
del proceso de metástasis. ¿Considera usted que con eso bastará? ¿Se siente
capaz de elaborar una predicción más optimista aún? ¿Estamos realmente tan
cerca de acabar con ese gran enemigo que es el cáncer?
Carlos
López Otín (CLO). El cáncer es una enfermedad muy diversa y compleja, que nos
ha acompañado desde el principio de nuestra historia como especie, ya que es
consustancial al desarrollo evolutivo de organismos pluricelulares como
nosotros. Por tanto, creo que no desaparecerá nunca y siempre habrá tumores
malignos, que no tendrán una forma única de curarse sino maneras muy distintas
que dependerán de las diversas alteraciones moleculares presentes en cada tumor
de cada paciente. De hecho, la investigación oncológica actual lo que persigue
precisamente es encontrar soluciones particulares para los distintos tumores y
especialmente frente a aquellos que hoy todavía son incurables. El progreso es
continuo, algo parecido a una lenta marea creciente de conocimiento que poco a
poco se va convirtiendo en aplicaciones clínicas, pero no creo que se pueda
hablar nunca de un control absoluto de todos los tumores.
JAG. Cuando en
1990 echó a andar el Proyecto Genoma Humano, la predicción era que el primer
borrador de ese mapa de la vida que es nuestro genoma estuviera listo en un
plazo de quince años, tras la inversión de más de 3000 millones de dólares. Hoy
en día, con la tecnología con la que contamos en los laboratorios de biología
molecular, podemos secuenciar el genoma de una persona en unos pocos días y por
un precio que ronda los 1000 dólares. Este cambio tan brutal nos permite
abordar proyectos tan ambiciosos como el Proyecto Internacional de Genoma del
Cáncer, en el que usted participa, concretamente en el apartado de
secuenciación del genoma de la leucemia linfática crónica. ¿Nos podría explicar
en qué consiste este proyecto?
CLO. El cáncer surge de la acumulación de daños genéticos y
epigenéticos en nuestro genoma. Para conocer con precisión la naturaleza y la
magnitud de esos cambios, el mejor camino que hoy ofrece la Ciencia es la
secuenciación del genoma completo de cada tumor de cada paciente. Con este fin,
se creó en 2008 el Consorcio Internacional de los Genomas del Cáncer (ICGC) en
el que investigadores de distintos países, con una importante participación
española coordinada desde la Universidad de Oviedo y el Hospital Clínico de
Barcelona, abordamos la tarea de descifrar el genoma completo de al menos 500
genomas tumorales de pacientes con cada uno de los tipos de cáncer más
frecuentes. En nuestro caso, el proyecto se ha centrado en la secuenciación del
genoma de enfermos con leucemia linfática crónica, la más frecuente en el mundo
occidental. Los resultados de este proyecto que esperamos completar en los
próximos meses, sumados a los de proyectos equivalentes sobre otros tumores,
desarrollados en distintos países, permitirán disponer de una información
fundamental acerca del paisaje genético del cáncer. En cualquier caso, este
trabajo de secuenciación genómica sólo representa una etapa inicial que habrá
que completar con estudios funcionales que permitan definir cuáles son las
mutaciones impulsoras o conductoras de la transformación maligna y cuáles son
meras acompañantes del proceso. También hay un largo camino por delante en la
traslación hacia las aplicaciones clínicas de todo el conocimiento genómico
generado.
JAG. Aunque
parezca mentira, trabajar investigando con genes relacionados con el cáncer le
llevó a enrolarse en un proyecto que resultó bastante mediático como fue el de
la secuencia del genoma del chimpancé. Una de las conclusiones más llamativas
de este proyecto, para la opinión pública, fue la que indicaba que la similitud
entre el genoma humano y el del chimpancé era de, en torno, al 99%. Lo que pasa es que hoy sabemos que la
densidad de genes en los 3000 millones de nucleótidos que contiene el genoma es
muy pequeña; en torno al 1,5%. Además, del resto de ADN, sólo menos de la mitad
corresponde a ADN relacionado con genes. Y también sabemos que la presión
evolutiva que ha sufrido una u otra parte de nuestro genoma no es la misma. Así,
la pregunta es: ¿esas diferencias que se encuentran al comparar nuestro genoma
con el del chimpancé están repartidas por igual a lo largo de toda la
estructura primaria de nuestro material genético o es mayor en unas zonas que
en otras?
CLO. Los
primeros análisis comparativos entre el genoma humano y el de otros primates
como el del chimpancé se centraron en las regiones codificantes de proteínas, y
ésta fue precisamente la contribución de nuestro laboratorio a este fascinante
y emocionante proyecto. Lo que se pretendía era definir las funciones génicas
que se han adquirido, modificado, o incluso perdido durante nuestra propia
evolución. Los resultados de estos análisis llevaron a concluir que, más allá
de unas pocas e importantes diferencias en genes concretos, cambios en regiones
reguladoras y en genes no codificantes de proteínas, podían contribuir al
desarrollo de organismos tan próximos y a la vez tan diferentes en morfología,
susceptibilidad a enfermedades, capacidades y comportamiento como los humanos y
los chimpancés. Lógicamente estas diferencias genómicas no están distribuidas aleatoriamente
en todo el genoma, y un reto actual de la investigación en este campo es
definir con precisión la naturaleza y función de esos cambios reguladores que nos
ayuden a encontrar nuevas claves para abordar una pregunta compleja con
respuestas todavía lejanas: ¿qué nos
hace humanos?
JAG. Pasemos
ahora a hablar del envejecimiento. Recientemente usted ha publicado que ya se
conocen las nueve alteraciones moleculares que han de producirse para que un
individuo envejezca. Podríamos decir que las primeras cuatro se dan a nivel
primario en el genoma, el epigenoma, los telómeros y en la eliminación de
proteínas, mientras que el resto se producen en respuesta a todo lo anterior,
dando como resultado la “rendición” final del organismo. ¿Podemos pensar que conocido
el problema, la solución se halla más próxima? ¿Es posible que en breve seamos
capaces de trasladar el umbral de la muerte hasta puntos que hoy nos resultan inimaginables?
CLO. Tras leer Los viajes de Gulliver, El retrato de Dorian Gray, o El Inmortal de Borges no creo que tenga
mucho interés perseguir la inmortalidad, ni siquiera buscar ningún elixir de eterna
juventud. Afortunadamente, hoy, el estudio del envejecimiento se está abordando
con una nueva perspectiva científica, evitando toda banalización y tratando de
entender los mecanismos que subyacen al desarrollo de un proceso natural y
universal en los humanos, aunque no en todos los seres vivos. Precisamente,
nuestro reciente trabajo sobre las claves del envejecimiento publicado en Cell ha representado un esfuerzo
integrador de teorías y resultados experimentales, con el fin de crear un marco
de discusión para futuras iniciativas de intervención sobre el proceso de
envejecimiento. Creo que en un tiempo no muy lejano, alguna de las estrategias
propuestas de intervención sobre la senescencia celular ayudará a extender la
longevidad con buena salud. En cualquier caso, en nuestro laboratorio y en este
ámbito científico, ahora mismo tenemos otras prioridades, incluyendo la
búsqueda de tratamientos para enfermedades tan devastadoras como los síndromes
de envejecimiento prematuro o acelerado.
JAG. Usted ha
dicho en alguna ocasión que “el envejecimiento es un hecho evolutivamente
inexorable, pero la longevidad es plástica”.
Pero, ¿dónde entra en juego la calidad de vida? ¿Es previsible la
aparición de nuevas enfermedades relacionadas con esta longevidad dilatada?
¿Exigirán estos nuevos límites unas drásticas transformaciones sociales en el
mundo desarrollado?
CLO. Vivir
más sin vivir mejor no tiene ningún sentido. En mi opinión, todas las
intervenciones científicas que se planteen en torno a la extensión de la
longevidad deben tener como premisa fundamental mejorar la calidad de la vida y
afrontar sin tregua la búsqueda de soluciones frente a las enfermedades que la
comprometen. Generalmente, el progreso científico suele ir bastante por delante
del progreso social, por lo que se requiere educación y formación, para que
después la Sociedad pueda tomar decisiones sobre bases sólidas y bien
informadas. Por eso, no es admisible decir que como soy de Letras, no quiero
saber en qué consiste la reprogramación celular, la clonación terapéutica o la
edición genómica. Sin duda, hoy, todos debemos ser al menos un poco de Ciencias,
y asumir que disciplinas como la Biología Molecular están llamadas a ser una de
las Humanidades del siglo XXI.
JAG. La tercera
de las líneas de investigación en las que trabaja su grupo, como hemos
avanzado, está relacionada con el análisis funcional de genomas. ¿Nos podría
explicar en qué consiste esto, exactamente?
CLO. El
genoma de cada una de nuestras células está construido por más de 3.000
millones de piezas que llamamos nucleótidos y que contienen información para
hacer posible cada instante de vida en cada organismo. Hoy, a través de
potentes y eficaces métodos bioinformáticos, podemos identificar las regiones
del genoma que portan información correspondiente a genes, tanto los que
codifican proteínas como los que codifican RNA. Pero en muchos casos no sabemos
absolutamente nada acerca de la función de esos genes cuya existencia se
predice a través de la informática. Asimismo, el conocimiento de las regiones
del genoma que regulan la actividad de los genes, es todavía muy limitado. En
nuestro laboratorio prestamos mucha atención al estudio de estos aspectos
funcionales en los genomas que estudiamos, ya sea el genoma humano, los genomas
del cáncer o los de organismos modelo de investigación biomédica. Para ello
utilizamos fundamentalmente aproximaciones bioquímicas y genéticas, incluyendo
la generación de animales modificados genéticamente que nos ayudan a elaborar
hipótesis acerca de la función de distintos elementos del genoma.
JAG. Se lleva
tiempo hablando de la medicina personalizada y de cómo el conocimiento del
genoma puede conducir a un diagnóstico y tratamiento más rápido y certero en
todas aquellas enfermedades relacionadas de uno u otro modo con el ADN (al
nivel que sea: metagenómico, epigenómico, exómico, etc.). Pero el análisis de
los datos a nivel bioinformático requiere aún de la presencia de un
especialista. ¿Prevé que en breve cambie esta situación y que el manejo de
grandes secuencias se simplifique hasta el punto de casi poder ser manipuladas
por usuarios ajenos al mundo de la biología molecular?
CLO. El
progreso de la informática en el ámbito de la Biología y de la Medicina es
abrumador, y se avanza hacia el desarrollo de métodos que faciliten la
interpretación del lenguaje genómico para cualquiera que tenga un mínimo de
formación y curiosidad sobre estos temas. Sin embargo, es muy cierto que hoy,
todavía es necesaria esa mirada humana que, apoyada en la experiencia y en la
intuición, sirve para navegar en la complejidad de un genoma e interpretar la avalancha
de datos que nos ofrecen las técnicas de
secuenciación masiva de ácidos nucleicos. En España hay todavía muy pocos
expertos en estas tareas, así que habrá
que tener paciencia y formar especialistas en estas nuevas disciplinas para no
quedarnos atrás en la nueva era genómica que ya se ha instalado entre nosotros.
JAG. Cambiemos
de tercio. Quisiera ahora preguntarle por los premios y la ciencia.
Personalmente considero que la divulgación es una obligación para el científico
por dos motivos: primero, porque la mayoría de lo que se hace –al menos en
nuestro país– se hace con dinero público. Una especie de “rendición de
cuentas”; y, segundo, porque es una manera de acercar la ciencia a la sociedad.
Pero al hilo de esto segundo, los premios concedidos a los científicos poseen
la doble capacidad de acercar al ciudadano de la calle el conocimiento
adquirido en el laboratorio y alejarlo del que lo consigue. Y digo esto porque
cada uno de estos premios va cargado también con cierta sobredosis de vanidad.
Es decir, el aura del científico reconocido puede convertirlo en una suerte de celebrity. ¿Cómo vive todo esto alguien como
usted, a quien sólo le falta recibir el Príncipe de Asturias (aunque ya ha sido
considerado en varias ocasiones como candidato) y el Nobel?
CLO. Los
premios no son, ni serán nunca, el objetivo de nuestro laboratorio, pero se
agradecen infinitamente cuando se reciben porque proporcionan un estímulo
importante para continuar nuestro trabajo de investigación científica. Además,
nos han otorgado una visibilidad en positivo, ya que han ayudado a difundir la
idea de que desde una Universidad de la periferia española se pueden desarrollar
trabajos en campos científicos complejos y competitivos, y publicar artículos
en revistas del máximo impacto, de los que muchos nunca hubieran tenido noticia
si no se hubieran diseminado a través de los medios de comunicación. En
cualquier caso el mejor premio para un científico, y al menos en mi caso es el
único al que aspiro, es el aprecio de sus discípulos y el respeto de sus
colegas.
JAG. Según los
datos macroeconómicos presentados por el Gobierno de España, la crisis se está
empezando a diluir. Pero en el ámbito científico esa supuesta mejora no ha
tenido ninguna consecuencia positiva. ¿Cuál es su percepción respecto al estado
de la ciencia en nuestro país? ¿Es posible que hayamos perdido un tiempo y una
generación a la que no volvamos a recuperar? ¿Cuál considera que tiene que ser la vía a
seguir en cuanto a inversión en I+D+i se refiere?
CLO. Creo
que mis reflexiones en torno a esta pregunta son ampliamente conocidas, las
repito cada vez que tengo oportunidad, y las he puesto por escrito en un
artículo titulado La Ciencia y la sonrisa
de Sísifo, que se publicó en la revista de la Sociedad Española de
Bioquímica y Biología Molecular (http://www.sebbm.com/revista/articulo.asp?id=10050&catgrupo=268&tipocom=24). Sólo
cabe insistir en que un país sin Ciencia es un país sin futuro y sin
influencia. Recuerdo siempre también que no son sólo los políticos sino la
sociedad española en su conjunto la que no ha situado nunca el estudio, la
cultura y la investigación científica entre sus actividades prioritarias. Pero
hoy,
como
dijo el gran César Vallejo “voy a hablar de
la esperanza”, y no puedo dejar de pensar que, tarde o temprano, se
impondrá la idea de que la Ciencia
no solo desteje el arco iris, sino que es todavía el mejor instrumento
inventado por el hombre para mejorar el mundo y nuestra propia vida.
JAG. Por último, le pedimos una
recomendación. ¿Podría aconsejarnos algún libro, científico o no, de
imprescindible lectura? Y una curiosidad. ¿Es cierto que tiene un ejemplar de Cien años de soledad, firmado por García
Márquez, en el que se encuentra tachado “soledad” y sobreescrito “felicidad”?
CLO. No
recuerdo un solo día de mi vida sin haber leído, por eso, hay tantos
imprescindibles en mi lista de libros que no cabrían en unas pocas páginas; invocando
la memoria del gran Ireneo Funes, en primer lugar escogería la obra de Borges
en su conjunto, que he leído y releído en distintas etapas de mi vida y siempre
he encontrado nuevas ideas y nuevas perspectivas, añadiría muchos libros de
Saramago incluyendo Ensayo sobre la ceguera, novelas históricas y a la vez
fantásticas de Mújica Laínez como El
unicornio o Bomarzo, la poesía de
Cernuda o de Francisco Brines, los cuentos y relatos breves de Eduardo Galeano,
el trabajo de brillantes representantes de una nueva generación de escritores
como el asturiano Ricardo Menéndez Salmón y, por supuesto, Cien años de soledad como el mejor ejemplo de literatura que “alumbra
los territorios más oscuros de la imaginación”. Y sí, ese ejemplar del libro
con una dedicatoria tan entrañable, representa uno de los pocos bienes
materiales a los que tengo un verdadero aprecio.
JAG. Muchísimas
gracias. Ha sido un auténtico placer.
CLO. Gracias
a ti por tu interés en nuestro trabajo