jueves, 15 de enero de 2015

EL ARTE DE LO RESOLUBLE. PEDRO MIGUEL ECHENIQUE.


No son demasiados los científicos que en nuestro país han jugado un papel destacado en la política. Y menos aún, investigadores de la talla de Pedro Miguel Echenique, científico navarro, premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, gran orador y de reconocido prestigio internacional en el campo de la física de superficies. De verbo ágil y cultura profunda –siempre encuentra la cita pertinente o la experiencia adecuada–, Echenique habla sobre la ciencia y los científicos con la certeza de un francotirador. Se formó en Cambridge, donde luego ha sido profesor visitante, y en la actualidad, además de ocupar la cátedra de Física de la Materia Condensada en la Universidad del País Vasco, es presidente de dos centros de investigación ligados a esta universidad. Su discurso es tan sencillo como contundente, y hoy tengo la suerte de contar con él para el blog.

 



José Antonio Garrido (JAG). Hola, profesor. Antes de nada, quería agradecerle esta oportunidad que me ofrece de compartir con usted impresiones sobre la Ciencia. Y creo que lo justo es comenzar dedicándole la primera pregunta a Ella, que justifica este encuentro. Usted, como ya hiciera el Premio Nobel de Medicina Medawar, ha dicho en más de una ocasión que la Ciencia es el arte de lo resoluble, dentro de esa filosofía de Bismarck que afirma que la política es el arte de lo posible. ¿Podría ahondar en esta idea?

Pedro Miguel Echenique (PME). Al decir, como Medawar, que la ciencia es el arte de lo resoluble quiero señalar por un lado que la ciencia, y esto es una obviedad, solo puede contestar a preguntas que tengan una respuesta científica. No puede contestar, a preguntas sobre destino, valores…

Pero lo que realmente quiero resaltar es la importancia de hacerse la pregunta adecuada en el momento adecuado, en el instante en el que es posible contestarla científicamente. Y esto es difícil porque es decisivo adelantarse a su tiempo, pero, y aunque parezca una paradoja, tampoco demasiado. Ni Einstein con todo su talento podía contestar en 1905 cuál es el mecanismo molecular en el que se basa la forma en que una generación transmite sus características a la siguiente.

Efectivamente a mí me gusta señalar que, así como la política es el arte de lo posible, la ciencia es el arte de lo resoluble. Quizás para completar venga bien decir algo que le oí hace más de treinta años en una conferencia a un amigo, el gran ingeniero vasco Manu Sendagorta, quien definía la ingeniería como el arte de lo realizable dentro de los límites de tiempo y coste.

La ciencia es el arte de lo resoluble, el arte de formular hipótesis que puedan ser probadas o refutadas por experimentos realizables.

 

JAG. Santiago Ramón y Cajal escribió un discurso llamado Consejos a un joven científico, en el que decía que quien quisiera dedicarse a la investigación debía tener independencia de criterio, curiosidad intelectual, perseverancia en el trabajo, patriotismo y amor a la gloria. Más tarde, Medawar escribió un ensayo de igual título en el que decía que, además, tenía que tener perseverancia, temperamento y compromiso con la verdad. Usted, valiéndose nuevamente del mismo lema, ha llegado a elaborar una lista de veinticinco indicaciones más para jóvenes científicos. ¿No empiezan a sumar demasiadas? ¿Podría hacernos un resumen y destacar las más importantes?

PME. Las cualidades que señala Cajal siguen siendo válidas. Independencia de criterio, curiosidad intelectual, perseverancia en el trabajo, patriotismo y amor a la gloria. Pero la ciencia del tiempo de Cajal no tiene nada que ver con una situación en la que la ciencia es parte de la política industrial y económica de los países desarrollados. Mis consejos son consejos prácticos, sin la profundidad casi filosófica de un Cajal o Medawar. Por eso son muchos y casi todos tienen un toque dual. No seguirlos sería malo, pero seguirlos fanáticamente tampoco sería bueno. Por ejemplo “no tengas miedo a perder el tiempo” no quiere decir, obviamente, que sólo te dediques a relajarte. Si tuviese que resumirlos diría, amor por lo que se hace, trabajo duro, dejar volar la imaginación y no rendirse nunca. Como le leí a un entrenador de balonmano, creo: “a la perfección se llega con la pasión”.

 

JAG. Pasemos ahora a su investigación, a la investigación a la que usted y su grupo han dedicado buena parte de su trabajo. Podemos decir que el principal campo al que dedica su tiempo es a la nanotecnología. ¿A qué se dedica exactamente esta disciplina y cómo puede la investigación en nanotecnología mejorar nuestra vida?

PME. Yo me dedico en general a algunos aspectos de lo que globalmente se conoce como física de materia condensada y dentro de ella en gran parte a física de superficies. Lo que ocurre en una superficie ocurre en distancias del orden del nanómetro, de la milésima de la millonésima del metro o si lo prefieren unos cuantos átomos en profundidad. Eso es nanociencia, la ciencia de lo que ocurre a escala del nanómetro, en este caso en una dimensión, en la perpendicular a la superficie. Por supuesto, también hay estructuras nanométricas en dos o tres dimensiones. La propia vida se estructura en esa escala. La anchura de la doble hélice del ADN es de 2nm. En esas dimensiones la física se rige por la mecánica cuántica. Por ello conceptualmente cuando hablamos de nanociencia hablamos de física cuántica. Hay otro aspecto importante y es que en esas dimensiones pueden aparecer propiedades cualitativamente nuevas que no son meras extrapolaciones de las propiedades del átomo, ni mera reducción de las que aparecen a escala macroscópica. “Lo pequeño es diferente”. Agregados nanométricos de oro y óxidos metálicos tienen un color que depende de su tamaño. Los artesanos medievales ya lo sabían, sin entenderlo bien. La prueba la tiene en la belleza de las vitrinas de Notre Dame.

La nanotecnología hoy está ya presente en muchos de los aspectos de la vida cotidiana. Tiene aplicaciones en medicina, tanto en diagnóstico como terapia, también en nuevos materiales, cosmética, ingeniería…

Ahora bien, y como decía el añorado físico suizo Heinrich Rohrer, el gran desafío de la nanotecnología no es buscar una aplicación concreta sino poder ser capaces de colocar una partícula nanométrica con precisión atómica en un sitio dado para una función precisa. Por ejemplo, colocar una nanoesfera de sílice cubierta de una capa o cáscara de oro dentro del tumor en un cáncer de pecho. La cáscara y los materiales que la componen, ha sido diseñada para que las excitaciones electrónicas colectivas de sus interfases ocurran en el infrarrojo. De esta forma, una vez colocada en el tumor y al iluminar el pecho con un haz infrarrojo, se activan estas excitaciones colectivas, plasmones de los electrones, que liberan su energía de forma localizada, fundiendo el tumor sin dañar el resto del tejido sano. Es decir, colocar con precisión atómica, una partícula (la cáscara de oro) para una función dada (liberar la energía colectiva de sus excitaciones electrónicas que resuenan en el infrarrojo fundiendo el tumor). Esto ya ha sido probado con éxito en ratones en USA, concretamente en la Universidad de Rice por el grupo de Naomi Halas.

 

JAG. Uno de los científicos más grandes con los que hemos contado, Pauli, decía que Dios hizo los sólidos, pero que había sido el diablo el responsable de las superficies. Esto da una idea de la complejidad que entraña su estudio teórico. ¿Podría explicarnos dónde radica esa dificultad y por qué la física actual, o más concretamente esa ciencia interdisciplinar que es la ciencia de los materiales, le otorga al estudio de las superficies tanta importancia?

PME. Los sólidos son materiales complejos. El análisis teórico de sus propiedades encierra una gran dificultad. En el caso de sólidos cristalinos la simetría del interior permite simplificaciones que reducen la dificultad. En las superficies, en la dirección perpendicular, esta simetría no existe lo que complica mucho las cosas. En ciencia de materiales las superficies tienen gran importancia pues es a través de ella como se relaciona el material con el mundo exterior. Es donde muchas veces se inician los procesos de transferencia de materia, de carga y de energía. En nanotecnología las superficies son decisivas, pues el peso relativo del área superficial con respecto al volumen crece linealmente al disminuir el tamaño.

 

JAG. En el año 1998 usted recibió, junto a su colega, el ilerdense Emilio Méndez Pérez, el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica. Pero ésta no es la única gran distinción que ha obtenido. También ha sido galardonado, entre otros, con el Max Planck o la medalla de oro de la Real Sociedad Española de Física. Los premios, para un científico, tienen un indudable componente de visualización. ¿Pero qué más aportan estos premios? En un mundo como el de la ciencia, en el que no se entiende el trabajo si no es en equipo, ¿cuál es el sentido y el papel que juegan los premios unipersonales?

PME. Para mí los premios han sido muy importantes y no han significado la cima de mi carrera científica sino un instrumento para realizar cosas, para impulsar proyectos nuevos que han ayudado a mucha gente y en particular, a los miembros de mis equipos. No creo, y ésta es una opinión personal claro está, que el Donostia International Physics Center, el Centro de Física de Materiales o el mismo Nanogune existieran en su forma actual sin el Premio Príncipe de Asturias o el Max Planck. Los premios aportan visibilidad y muchas veces garantía de calidad de los proyectos de cara a políticos y empresarios. En cierto modo no debía ser así pero sí lo es en nuestro País. Tiene usted razón, gran parte del trabajo es en equipo. Yo tengo la sensación y la fortuna de haber sido excesivamente reconocido. Es una cuestión de suerte y sí creo que mucha gente con méritos similares no ha sido reconocida en el mismo grado. Es una de mis obligaciones, y a ello dedico tiempo, trabajar para que el reconocimiento llegue a quienes se lo merecen.

 

JAG. Decidido a estudiar la materia, podía haber optado por hacerlo en condiciones de velocidades próximas a la de la luz, en el instante justamente después al Big Bang o en una estrella de neutrones, pero decidió hacerlo en condiciones habituales. Quizá sea la forma más práctica, para un físico, de aproximarse a las grandes preguntas del hombre. ¿Pero fue esto lo que le llevó a estudiar ese 5% que hay en el mundo, que es el que está constituido por átomos? ¿Ha llegado a entender por qué las cosas son como son?

PME. Mi buen amigo el presidente de la Academia de Ciencias, Alberto Galindo, suele decir que los físicos somos los historiadores y los profetas del universo. Estudiando las regiones más pretéritas del Cosmos queremos saber cómo empezó todo y rompiendo la materia en los aceleradores queremos entender de qué están hechas las cosas y cuáles son las leyes y simetrías que gobiernan las interacciones para así comprender y predecir. Esta física, la de lo más grande y de lo más pequeño, "el alpha de la gran explosión y el omega de la desintegración de la materia" tiene un encanto especial, es el encanto de los extremos al que se refiere Hoffmann. Hablar de materia oscura y energía oscura atrae por su misterio, pero hay otro tipo de ciencia, tan atrayente y no menos desafiante y sutil, incluso a veces más exigente, pues tiene que ser contrastada con el experimento, que es el entender la materia ordinaria aquí y ahora. Ese 5% de materia que está constituida por átomos, “the matter that matters” en bella frase de Jean Marie Lehn. El entender cómo la complejidad del mundo actual surge de la simplicidad de unas pocas leyes es una tarea fascinante. Cuando observamos la naturaleza no vemos las leyes físicas sino las consecuencias de estas leyes. Complicadísimas estructuras asimétricas resultan de unas leyes muy simétricas. Se trata de ver la emergencia de propiedades nuevas, propiedades que emergen de la interacción de muchas partículas que son consistentes con los constituyentes pero que no deducen directamente de las propiedades de éstos a escala atómica. Ver cómo el todo es mucho más que la suma de la partes. Entendemos mucho, muchísimo, de por qué las cosas son como son, pero a la vez el propio avance del conocimiento nos hace ver nuevos pozos de ignorancia. En esto radica la belleza de la ciencia en general y de mi especialidad en particular.

 

JAG. Usted se ha formado en laboratorios británicos, estadounidenses y suecos, además de en España. Para un científico, su formación no podría considerarse integral sin ese carácter internacional. Salir de España no es una opción sino una condición, pero la situación actual está haciendo que los jóvenes científicos españoles tengan que buscarse su futuro en el extranjero como única posibilidad. No contar con un plan nacional para que esos científicos regresen no parece una buena estrategia política ni la mejor manera de luchar contra la crisis. ¿Qué valoración hace usted de esta situación? ¿Cree que estamos llegando a un punto en el que la situación será irreversible? ¿Será tarde cuando los políticos reaccionen –si es que llegan a hacerlo– y nos encontraremos en el mismo lugar en el que nos hallábamos varias décadas atrás?

PME. Esta pregunta me entristece y lo hace porque desgraciadamente es muy pertinente. La ciencia es internacional y es muy bueno, incluso aunque uno se haya formado y esté en los mejores centros del mundo, ir a otros sitios. No solamente para aprender más cosas sino especialmente para aprender otras formas de aprender, para ver formas diferentes de ver las cosas. Ahora bien, que el salir fuera sea la única posibilidad de buscarse un futuro es un desastre. España todavía está muy lejos del número de científicos y tecnólogos que le corresponderían por su nivel económico. La mejor política científica es crear oportunidades en abundancia para los más creativos de nuestros jóvenes. Esto se debería hacer y no se está haciendo. El no hacerlo no solamente es una injusticia social, es asimismo un despilfarro económico. Es algo difícil de entender y más en tiempos de crisis, pues es hipotecar nuestro futuro y es que además hacerlo no es caro. En algunas naciones desarrolladas hay un pacto de estado para estos temas, aquí desgraciadamente no existe. Lo pagaremos, lo estamos pagando ya.

 

JAG. Además de su labor como investigador, usted es presidente de dos centros de investigación ligados a la Universidad del País Vasco: el Donostia International Physics Center (DIPC) y el Centro de Investigación Cooperativa en Nanociencias (CIC nanoGUNE). ¿Cuál es el papel de estos centros? La presencia de ambos en el panorama nacional viene a unirse a la de un gran número de propuestas que otorgan a los nuevos científicos muchas posibilidades de elección. Podría pensarse que los jóvenes investigadores lo tienen hoy más fácil que hace unos años. ¿Es realmente así?

PME. El Donostia International Physics Center (DIPC) es un centro que tiene como objetivo fundamental la internacionalización de la investigación en física de materia condensada y ciencia de materiales. Surge, y así sigue siendo, como una institución con la mínima burocracia posible, una institución austera, sencilla y ágil. Tiene una organización institucional singular. Se articula en torno a una comunidad interna, vertebrada en torno a personas fundamentalmente de diversos departamentos de la Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV/EHU) y del Centro de Física de Materiales (CFM), centro mixto CSIC-UPV/EHU, que actúan de anfitriones de una amplia comunidad internacional de visitantes, más de doscientos al año. En esta última etapa, Ikerbasque, la fundación para la ciencia en Euskadi, está siendo clave para nuestro centro. La verdad es que los resultados, que pueden consultarse en nuestra web y en nuestras memorias, han superado no sólo nuestras expectativas sino incluso nuestros sueños. Damos gran importancia a proporcionar oportunidades de desarrollo personal y profesional a los jóvenes y también a la comunicación de la ciencia. En resumen buscamos excelencia en investigación y excelencia en comunicación. Aunque todavía soy Presidente ejecutivo del DIPC, el liderazgo está siendo brillantemente asumido, cada vez más, por nuestro director Ricardo Díez Muiño.

Nanogune surge ligado al departamento de Industria del Gobierno Vasco, con la misión de realizar investigación de excelencia en nanociencia y nanotecnología para contribuir, a largo plazo y sin simplificaciones unidimensionales, al desarrollo industrial del País Vasco. Ésta es una tarea difícil y, en mi opinión (y en este caso yo soy Presidente no ejecutivo) el liderazgo de su director general, Txema Pitarke, está avanzando también brillantemente en esa misión.

Los jóvenes investigadores no lo tienen más fácil que hace años. Los problemas a los que se enfrentan son muy difíciles y la dificultad de aportar contribuciones originales de valía es muy grande. Por otro lado, los instrumentos experimentales y conceptuales con los que cuentan han avanzado mucho. Lo tienen tan difícil o tan fácil como los de antes. Cualquier tiempo pasado no fue mejor. 

 

JAG. En su vida también ha tenido tiempo para dedicarse a la política. Entre 1980 y 1983, formó parte del primer Gobierno Vasco como consejero de Educación y Cultura. ¿Cómo vivió esta experiencia alguien como usted, con una vocación científica tan claramente definida?

PME. Cuando me ofrecieron entrar en el Gobierno Vasco dije varias veces que no, aunque al final el Lehendakari Garaikoetxea me convenció. Mi negativa no fue debida a tener una vocación científica definida sino a que pensaba que no estaba capacitado para el puesto. Me parecía, y en algunos muy contados casos, como descubrí luego, así era, que los políticos tenían una gran preparación de la que yo carecía. En cuatro años descubrí que no hay más leña que la que arde y ahora estoy convencido de que la política no debe dejarse sólo a abogados y economistas, lo que habitualmente nos lleva a sistemas sobrerregulados y, en el aspecto educativo e investigador, infrafinanciados. Así está el sistema universitario por ejemplo, sobrerregulado e infrafinanciado. Que todas las profesiones tuviesen sitio en la política sería sin duda bueno y si fuese un camino de ida y vuelta a sus profesiones, mejor. Pero por supuesto nunca en ese camino se deben usar puertas giratorias para mejorar obscenamente una situación económica personal, como hemos visto con demasiada frecuencia. En mi opinión un buen científico debe elegir la pregunta adecuada en el momento adecuado, extraer lo esencial de problemas complejos, tomar decisiones, asumir riesgo sin perder la racionalidad, cualidades todas ellas igualmente válidas para un buen político. La competencia técnica no garantiza un buen proyecto político pero no hay proyecto político a largo plazo sin competencia técnica. Siempre he tenido y sigo teniendo un profundo respeto por la política y los políticos, y en general, he visto comportamientos generosos. Una sociedad que no respeta a aquellos a los que encarga articular su convivencia y el bien común, no es una sociedad madura. Claro que ello exige actuar ejemplar, dura y rápidamente contra los corruptos, jurídicamente por supuesto, pero también socialmente. Corrupción hay en todas partes pero impunidad solamente en algunas.

Mi experiencia en política fue muy enriquecedora. Entré al Gobierno Vasco a los 29 años y tras nuestra victoria electoral, elegí salir a los 33. Volví a Cambridge a reciclarme, algo que me resultó fácil. Tuve el privilegio de contribuir a sentar las bases del sistema educativo vasco, la formación profesional, la libertad de enseñanza, de empezar un plan de ciencia y tecnología con visión internacional y anclaje en el País, de apoyar a que quien quisiera vivir su vida en euskera lo pudiese hacer de forma real y efectiva… Contribuí lo que pude, rodeado de un equipo de espléndidos colaboradores.

En resumen, para mí fue un honor y un placer, a pesar de la dureza de aquellos años, el ser miembro de aquel gobierno con excelentes compañeros liderado por un gran Lehendakari. Siempre he estado agradecido a Garaikoetxea por haber hecho una apuesta tan arriesgada, como era en aquellas circunstancias, elegir a alguien tan joven como yo para ser primer Consejero de Educación, Universidades e Investigación, cargo  al que luego se añadió Cultura, Política Lingüística y ser portavoz del Gobierno.

 

JAG. Por último, quisiera pedirle una recomendación. ¿Podría aconsejarnos algún libro, de carácter científico o no, cuya lectura resulte imprescindible?

PME. Es muy difícil recomendar un libro. Por supuesto están los clásicos de la ciencia, Euclides, Newton, Copérnico, Darwin... libros que todos citamos y pocos leen. Si tuviese que elegir dos y con gran dolor por dejar otros fuera, recomendaría “Apology of a mathematician” de Hardy y “Consilience” de Wilson. El primero ilustra elegantemente la pasión por la creatividad, como la vida que merece ser vivida es una vida creativa, y el segundo, impresionante por su visión, (lo cual no quiere decir que yo esté de acuerdo en todo) sobre la unidad de las ciencias.

 

Muchas gracias por su amabilidad. Ha sido un verdadero placer.

 

lunes, 12 de enero de 2015

ILUSIÓN, AMBICIÓN E INTENSIDAD. MANUEL SERRANO


En la década de los noventa, un joven y brillante investigador español llegó al laboratorio de Cold Spring Harbor, por entonces comandado por un peso pesado de la Biología Molecular. Se trataba del descubridor de la doble hélice, James Watson. Al poco tiempo de estar allí colaboró en uno de los descubrimientos más sobresalientes en la historia de la investigación sobre el cáncer: p16, un gen supresor de tumores. Este hecho llamó la atención de la comunidad científica internacional y desde entonces la carrera de Manuel Serrano no ha hecho sino cubrir las expectativas que iba creando. En la actualidad dirige el grupo de Supresión Tumoral del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) y sus contribuciones a la Ciencia no dejan de crecer. Hoy tengo el honor de contar con él en este blog para hablar de cáncer y del estado de la investigación en nuestro país.

 

 
 José Antonio Garrido (JAG). Buenos días, Manuel. Es un honor poder hablar con usted de Ciencia, así que muchas gracias por la oportunidad que me brinda. A día de hoy, usted es el director del Programa de Oncología Molecular del CNIO (Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas), pero para llegar hasta aquí ha recorrido un largo camino y conocido varios laboratorios en distintos países. En uno de ellos, en Estados Unidos, tuvo la oportunidad de publicar uno de los descubrimientos más importantes llevados a cabo en relación al cáncer. En este artículo se ponía de relieve la importancia del gen p16 en la protección frente a la enfermedad. ¿Podría explicarnos en qué consiste esta acción y cómo es llevada a cabo en el organismo?

Manuel Serrano (MS). El gen p16 es uno de los genes más intrigantes del organismo pues es el único gen implicado en muchas enfermedades muy diferentes (cáncer, diabetes, enfermedades cardiovasculares, Alzheimer y varias otras). En un meta-análisis sobre genes y enfermedades, el gen p16 destacaba sobre cualquier otro con gran diferencia por su implicación en tantas y tan diversas enfermedades.

Bioquímicamente, se entiende bastante bien cómo funciona p16. Básicamente se une y bloquea uno de los motores de la proliferación celular (la quinasa llamada CDK4). En el caso del cáncer es fácil entender que p16 sea un freno y proteja del cáncer. En un terreno más especulativo, es posible que un aspecto agravante de muchas enfermedades sea un exceso de proliferación celular y en este sentido el poner freno a la proliferación celular podría ser la explicación del papel de p16 en tantas enfermedades.

Aún queda por explicar cómo se regulan los niveles de expresión del gen p16 pues parecen activarse en respuesta a casi cualquier alteración de la homeostasis celular. Aquí radicaría su importancia; ha de ser un sensor de que algo en la célula va mal y hay que evitar que prolifere.

 

JAG. Otro gen supresor de tumores muy bien conocido y con el que usted ha trabajado es p53. Si el silenciamiento de este gen está involucrado en la aparición del cáncer, es lógico pensar que su sobreexpresión en un organismo vivo lo protegerá frente a la enfermedad. Ése fue el planteamiento de partida de su grupo cuando decidieron crear ratones transgénicos a los que llamaron super-ratones. ¿Cuáles fueron las conclusiones de este proyecto? ¿Se confirmó la hipótesis de partida? ¿Tiene algún otro tipo de consecuencias (positivas o negativas) para los ratones expresar el gen p53 por encima de sus niveles habituales?

MS. Expresar p53 a niveles exageradamente elevados o de manera descontrolada es perjudicial. Sin embargo ligeros aumentos en los niveles de p53 son muy beneficiosos, no sólo para proteger del cáncer sino en general para varias enfermedades. Es la misma idea que en el caso de p16. Tanto p16 como p53 son genes que detectan “alteraciones” generales en el equilibrio celular. Estas alteraciones pueden dar lugar a cáncer o a envejecimiento o a alguna otra patología; la función de p16 y p53 es evitar que las células proliferen cuando las cosas van mal.

 

JAG. En la actualidad se acepta que existen más de doscientos tipos distintos de cáncer, aunque hay quien defiende que el número es mucho mayor. En este sentido, usted mismo ha dicho en alguna ocasión que el cáncer podría tener consideración de enfermedad rara ya que es difícil encontrar dos tipos de cáncer exactamente iguales. Y lo que diferencia a unos de otros son, básicamente, los genes que se expresan y que se silencian en cada caso. Por ello, desde el nacimiento de la secuenciación masiva de ADN, secuenciar lo que se dio en llamar “el Genoma del Cáncer” se convirtió en una prioridad para así establecer el conocido como Atlas del Genoma del Cáncer. ¿En qué consiste este proyecto? ¿En qué punto se encuentra en la actualidad?

MS. Hay unos 200 tipos de cáncer según su tipo histológico (su apariencia al microscopio), pero genéticamente cada cáncer es único y, más aún, dentro de cada cáncer co-existen variantes diferentes. El Atlas del Genoma del Cáncer (TCGA o The Cancer Genome Atlas) es la contribución americana al Consorcio Internacional para la Secuenciación del Cáncer (ICGC o International Cancer Genome Consortium). El TCGA se considera terminado pues ha cumplido todos sus objetivos. El ICGC está parcialmente terminado, ya que lo está en algunos países. Es un orgullo para la ciencia española que nuestra contribución (dirigida por Carlos Lopez-Otin y Elías Campo) se terminó dentro de los plazos y con brillantes resultados. Ahora se está pensando en una segunda fase que consistiría en poder predecir qué mutaciones son las importantes y qué tipo de resistencias a fármacos pueden encontrarse.

 

JAG. En el año 2012 el científico japonés Yamanaka recibió el Premio Nobel de Medicina por conseguir reprogramar células adultas in vitro. Un año después usted lo consiguió en una serie de experimentos realizados in vivo (con ratones), que le valieron la consideración de avance científico más relevante del año por parte de la revista científica Nature Medicine. ¿En qué consiste la reprogramación celular? ¿Qué beneficios en nuestro día a día pueden aportarnos estos logros?

MS. La reprogramación celular nos permite cambiar la función de una célula a voluntad. Cada tipo celular tienen un programa de actividad genética distinta (unos genes están apagados y otros encendidos, y es esta combinación la que hace tan distintas una célula de la piel, o del cerebro, o del pulmón, etc.). Poder cambiar este programa de actividad genética implica que a partir de las células que se obtienen de la raiz de un pelo se pueden obtener, por ejemplo, neuronas; algo impensable hasta hace pocos años. Estas neuronas podrían servir, por ejemplo, para tratar una enfermedad neurodegenerativa, y el paciente sería tratado al fin y al cabo con sus propias células (del pelo convertidas en neuronas). Parece magia, pero gracias a Yamanaka es una realidad.

 

JAG. En cierto sentido, podríamos decir que en la aparición de un tumor se da una reprogramación celular ya que unas células que estaban “predestinadas” a actuar en un sentido, de repente, y sin saber muy bien por qué, deciden cambiar su destino para actuar de un modo distinto. Si aceptamos que esto es así, ¿podríamos utilizar los procesos controlados de reprogramación para revertir esta situación y anular la formación del tumor? Si lo hiciéramos, ¿conseguiríamos que el cambio fuera completamente estable en el tiempo o sería posible que al final esa célula volviera a convertirse en cancerígena?

MS. Este es un razonamiento muy acertado y muchos pensamos así. Sin embargo todavía nadie ha demostrado que activar la reprogramación descubierta por Yamanaka sea capaz de revertir un tumor. Es algo en lo que precisamente estamos trabajando.

 

JAG. En el año 2006 usted recibió el Premio Banco Sabadell a la Investigación Biomédica. Este premio se concede a científicos menores de 45 años que deciden trabajar en España. ¿Cree que son necesarias medidas como ésta para recuperar a los jóvenes investigadores que han dejado nuestro país por la actual situación económica y que han seguido formándose en el exterior?

MS. Creo que como en toda actividad humana es importante que haya estímulos y reconocimientos. Para recuperar la ciencia española hace falta mucho más que premios, principalmente un compromiso político para mantener la inversión con criterios de calidad.

 

JAG. Habla de “recuperar la ciencia española”, por lo que supongo que piensa que ésta ha dejado de ocupar el lugar que en algún momento ocupó. ¿Es así? ¿Estamos peor que hace unos años respecto a lo que se hace y se hacía en otros países? ¿Cuál cree que es el estado general de la ciencia en nuestro país? ¿Y la consideración de los científicos españoles en el exterior?

MS. Ciertamente, la ciencia española ha dejado de crecer al ritmo que lo hacía; las consecuencias se notarán en unos años. Hay signos de que la actividad vuelve a recuperarse por lo que esta parada se traducirá, espero, en un escalón transitorio y no en una larga meseta. Lo más grave ha sido la imposibilidad de atraer talento durante la crisis, especialmente talento joven. Recuperar esta capacidad de atracción que España tuvo durante los años previos a la crisis es esencial, y no me refiero sólo a talento de origen español, sino a talento internacional en general. Creo que la ciencia española tiene una buena consideración internacional, somos una comunidad relativamente pequeña en tamaño, pero de calidad alta (no diría excepcional pero sí alta). En esto de los rankings la ciencia se parece mucho al deporte, hace falta una base amplia de deportistas para tener figuras mundiales, los "Rafael Nadal", por poner un ejemplo, no salen por casualidad, y la ciencia española es todavía de un tamaño modesto. Se suele poner la mirada en el sector público, pero la realidad es que el sector público español es relativamente generoso con la ciencia, lo que falla clamorosamente en España es que el sector privado no ve la ciencia como fuente de riqueza, y esto es una barrera que entre todos tenemos que cambiar. Soy optimista y con los años veo signos positivos también en este sentido.

 

JAG. Usted mismo, como decía al principio, ha trabajado en distintos laboratorios lejos de nuestras fronteras, sobre todo en Estados Unidos. Unos de estos laboratorios, el Cold Spring Harbor, a su llegada estaba dirigido, nada más y nada menos, que por James Watson, el codescubridor de la estructura en doble hélice del ADN. ¿Cómo valora esta experiencia? ¿Considera que su formación como científico no sería completa sin las estancias de las que ha tenido la oportunidad de disfrutar en el extranjero?

MS. Sin duda, trabajar en un sitio de élite me abrió los ojos y cambió mi manera de entender la investigación. Desde entonces he intentado trasladar a mi entorno la ilusión, ambición e intensidad con la que se vive la investigación en un sitio como Cold Spring Harbor Laboratory. Es una experiencia que recomiendo a todos los que se quieren dedicar a la investigación científica.

 

JAG. Como otros grandes científicos españoles, usted es investigador del programa de Ciencia de la Fundación Botín. ¿Qué caracteriza a este programa? ¿Qué tipos de proyectos desarrolla en él?

MS. Es un privilegio tener el mecenazgo de la Fundación Botín (FB). La FB financia parte de mi investigación y pone muchos recursos de personal especializado para intentar convertir nuestros descubrimientos en valor industrial y comercial. Hay que pensar que llevar los avances del laboratorio a la sociedad es algo tremendamente incierto y costoso. Es algo que sólo las grandes empresas pueden hacer, y que sólo lo hacen si hay un posible beneficio. Para conseguir la atención de estas grandes empresas hay que dar pasos adicionales que no solemos dar y que son los que la FB nos ayuda a dar. Nada puede hacer mayor ilusión a un científico que el contribuir a mejorar en algo la vida de las personas.

 

JAG. Por último, querría pedirle una recomendación. ¿Podría aconsejarnos un libro, con temática científica o no, que crea que no deberíamos dejar de leer?

MS. La doble hélice de James Watson, quizás uno de los descubrimientos más importantes de la humanidad que fue hecho de la manera menos elegante posible, con muy poco trabajo, con más intuición que rigor, casi por chavales un poco gamberros y muy informales, dispuestos a todo, incluso alguna zancadilla, con tal de conseguir ser los primeros. Es una buena manera de entender que la ciencia la hacen personas normales con grandezas y defectos!

 

Muchas gracias por su tiempo y su atención. Ha sido un auténtico placer.