martes, 16 de diciembre de 2014

NUESTROS PARIENTES MÁS CERCANOS SON SERES RACIONALES. JOSEP CALL


Sólo existe un lugar en el mundo en el que se pueden encontrar a los cuatros grandes simios que habitan nuestro planeta: orangutanes, gorilas, chimpancés y bonobos. Ese lugar es el zoológico de la ciudad alemana de Leipzig y supone un enclave privilegiado para los científicos encargados del estudio del comportamiento de nuestros parientes más cercanos. Y de entre todos esos científicos sobresale la figura de Josep Call, director del Centro de Investigación de Primates Wolfgang Köhler, que pertenece al Instituto Max Planck de Antropología Evolucionista, y profesor de la escuela de psicología y neurociencia de la Universidad de Saint Andrews, en Reino Unido. Él escogió la opción de trabajar lejos de España por el óptimo desarrollo de su carrera científica, pero califica de “vergonzosa” la política de investigación que se está llevando a cabo en nuestro país. Su disposición a mostrar su trabajo es absoluta y agradece con modestia nuestro interés en su trabajo. Para mí es un honor y un placer contar con él en este blog.

 



 José Antonio Garrido (JAG). Buenas tardes, profesor. Es un placer para mí poder hablar con usted sobre los humanos como especie y de la relación con nuestros parientes evolutivos más cercanos. Si le parece bien, comenzaremos por situarnos; por definir las fronteras de esta conversación. Porque de lo que vamos a hablar es de los homínidos, una familia de primates formada por siete especies incluidas en cuatro géneros, dentro de los que nos encontramos los humanos, los gorilas, los orangutanes, los chimpancés y los bonobos. De todos ellos, contamos con la secuencia de su genoma y tenemos perfectamente establecida su relación filogenética, de manera que sabemos que los que más se acercan a nosotros son los bonobos, de los que nos diferenciamos –atendiendo a las secuencias de los respectivos genomas– en poco más de un 1%, y los más alejados son los orangutanes, cuya diferencia con nosotros es de más de un 3%. ¿Cómo se interpretan en términos evolutivos estos datos? ¿Dónde podemos situar en el tiempo a nuestro antepasado común? ¿Qué conserva cada familia de éste?

Josep Call (JC). Resulta que nuestra especie se encuentra justo en medio de este árbol evolutivo que has descrito, flanqueado por un lado por los orangutanes y gorilas, y por el otro por los chimpancés y los bonobos.  El hecho de que somos grandes simios resulta inescapable.  El ancestro común a todos los homínidos que se hallan vivos actualmente cabe situarlo entre los 16 y 14 millones de años (de 4 a 6 millones de años si nos referimos a humanos, chimpancés y bonobos).  Dado que hay muy pocos fósiles de cualquiera de esos dos ancestros comunes ya extintos, es muy difícil saber qué conserva cada familia de éstos. Pero gracias al método comparativo, podríamos inferir que se trataba de un primate que habitada zonas selváticas, probablemente arbóreo, aunque con capacidad para desplazarse por el suelo donde buscaba alimento, capaz de utilizar instrumentos y que vivía en grupo.

 

JAG. Los sofistas griegos, hace 2500 años, ya se preguntaron por aquello que distingue al hombre del resto de los animales y la conclusión primera fue que ese elemento diferenciador era la razón. Así surgió una primera definición de hombre como “animal racional”. Si entendemos la razón como la capacidad de un individuo para resolver problemas a los que antes no se había enfrentado, la definición es errónea, porque en la actualidad la capacidad de aprendizaje y de adquisición de conocimiento de los distintos homínidos está más que demostrada. Pero si al referirnos a la razón de lo que hablamos es de la conciencia o del conocimiento de sí mismo como individuo con pasado, quizá la definición primitiva siga teniendo vigor. ¿En qué punto se encuentra la comunidad científica al respecto? ¿Cuál es su opinión? ¿Seguimos siendo los poseedores en exclusividad de la razón?

JC. Si ésa es la definición que usamos para definir a un individuo como racional, la verdad es que la ciencia no tiene mucho que decir sobre este particular pues la verificación empírica de estas cuestiones no es nada fácil.  Se realizan avances en algunas de estas áreas como por ejemplo en la llamada memoria sobre eventos particulares (los grandes simios son capaces de recordar episodios que ocurrieron hace años), pero si ésta se halla integrada en un sistema de autoconciencia, es todavía algo que está por resolver. Piensa que la introspección juega un papel fundamental en la resolución de estas cuestiones en humanos. Sabemos que otros humanos conservan memorias del verano pasado cuando fueron de vacaciones porque nos lo explican.  De momento, que yo sepa, la introspección en no humanos todavía no se ha logrado.  Es, ciertamente, un tema fascinante, pero debemos tener muy presentes cuáles son nuestros límites actuales a la hora de dar respuestas científicas a estas preguntas en animales no verbales.

Si, en cambio, el vocablo “razón” o “racional” se utiliza como sinónimo de flexibilidad mental y habilidad para realizar inferencias cognitivas, entonces la respuesta es clara: nuestros parientes más cercanos son seres racionales, y es posible que no sean los únicos.

 

JAG. Otra de las creencias que durante mucho tiempo hemos tenido y que ahora parece desterrada es la referida al uso de herramientas. Hasta hace relativamente poco pensábamos que éramos los únicos capaces de usar diferentes utensilios para obtener un provecho, pero ahora sabemos que otros homínidos también lo hacen. Sin embargo, sí que parece que existe una gran diferencia entre todos ellos y los humanos, y es la capacidad de acumular conocimiento. Lo que a veces se llama “efecto trinquete”. Para los humanos el aprendizaje es una cuestión social, mientras que para el resto de los primates es una cuestión individual. ¿A qué es debido esto? ¿Qué papel ha jugado en la socialización la adquisición del lenguaje? ¿Es ésta causa o consecuencia? Es decir, ¿primero nos convertimos en animales sociales que desarrollaron el lenguaje o primero desarrollamos la capacidad de comunicarnos y esto facilitó una socialización completa?

JC. Efectivamente, ésta es una de las grandes diferencias que se observa entre la cultura humana y la cultura de los chimpancés.  A diferencia de nuestra tecnología, la tecnología del chimpancé podría ser inventada, en principio, por un único individuo.  Dicho de otro modo, un chimpancé podría descubrir por cuenta propia una gran parte, por no decir toda, la tecnología que observamos en los chimpancés.  No me parece que el conocimiento acumulado a lo largo de muchísimas generaciones sea un ingrediente fundamental en la cultura del chimpancé.  Obviamente, observar a otros individuos realizar ciertas tareas facilita el aprendizaje individual, pero no resulta estrictamente necesario. Al contrario, en los humanos el conocimiento acumulado es fundamental.  Me atrevo a decir que hoy en día no existe un humano en la faz de la tierra que posea todos los conocimientos necesarios para producir algo tan simple como un paper clip. Obviamente, uno podría consultar el conocimiento acumulado y conseguirlo, pero se tiene que basar en el conocimiento acumulado.  Creo que fue Newton quien dijo que “pude ver más lejos subido a los hombros de gigantes”.

Buscar una causa/efecto en estas cuestiones siempre es complejo pues socialización, comunicación y lenguaje están íntimamente relacionados.  Pero si quieres una respuesta simple yo te diría que la comunicación precede a la socialización (al menos a la socialización compleja), que a su vez antecede al lenguaje.  A menudo se utiliza el lenguaje como una bala de plata –algo que transforma un sistema de forma irreversible–, pero se tiende a olvidar que el lenguaje no pudo evolucionar de la nada.  Debieron de existir estructuras cognitivas complejas que antecedieron a la aparición del lenguaje.  De hecho, el lenguaje se puede entender como un mosaico de capacidades cognitivas, algunas muy antiguas como la comunicación intencional –que ya se observan en los grandes simios no humanos– y otras (e.g., el control voluntario del aparato fonador) que únicamente han aparecido en la línea homínida que desembocó en nosotros.

 

JAG. El paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga –conocido por sus investigaciones en los yacimientos de la Sierra de Atapuerca– publicó a finales del siglo XX un libro titulado La especie elegida. En él abordaba diferentes aspectos de la evolución para tratar de dar respuesta a esa pregunta: ¿somos la especie elegida? ¿Usted qué opina…? ¿No somos nada más que fruto del azar o somos la única posibilidad que cabía para el Homo sapiens? Desde que Lucy, o algún Australopithecus pariente suyo, se pusiera de pie por primera vez, ¿estábamos “condenados” a convertirnos en lo que somos hoy?

JC. Somos fruto del azar y de la selección natural.  En absoluto estábamos predestinados a ser lo que somos hoy en día. Si las presiones selectivas hubieran sido otras, nuestra especie y las especies precedentes a la nuestra hubieran evolucionado de forma diferente.

Tal vez debido a algunas películas de ciencia ficción se pueda tener la sensación de que en cada planeta habitado uno tendría que encontrar una especie de mono o al menos de humanoide que jugaría un papel parecido al que jugamos nosotros en nuestro planeta.  En realidad ello no tiene por qué ser así.  Piensa que hace 150 millones de años nuestro planeta estaba dominado por dinosaurios. Y tal vez dentro de otros 150 millones es muy posible que no quede rastro alguno de nuestra especie.

 

JAG. Pasemos ahora a conocer algo de los grandes simios, empezando por los orangutanes. Éstos son los únicos homínidos que no nacieron en África y filogenéticamente son los más alejados de nosotros. Pero, aún así, compartimos mucho con ellos, ¿no es así? ¿Qué parte de su comportamiento o de su organización podemos reconocer como “humano”?

JC. Sí, efectivamente, los orangutanes son los que están más alejados de nosotros desde un punto de vista filogenético.  Sin embargo, hay algunas cosas en su cognición a los que nos parecemos más que incluso a los bonobos.  Por ejemplo, los orangutanes tienen una gran facilidad para utilizar instrumentos. De hecho su nivel de inventiva es muy elevado y en algunas tareas de resolución de problemas lo hacen incluso mejor que los bonobos y los chimpancés.  Su organización social está basada en un macho adulto con varias hembras que debido a la cantidad de alimento que necesitan y a la baja presión depredadora, no forman grupos estables sino que llevan unas vidas semi-solitarias.

 

JAG. Es el turno de los gorilas. Una de ellos, Koko, sirvió de inspiración al escritor Michael Crichton para dar vida al simio de la novela Congo. Esta gorila fue adiestrada en la Universidad de Stanford y ha llegado a poder comunicarse con los humanos a través del lenguaje de signos. Dicen los investigadores que Koko puede llegar a entender unas 2000 palabras. ¿Es esta gorila una superdotada o cualquiera de su especie podía haberlo conseguido? ¿Existen experiencias similares con otros homínidos? ¿Dónde está el límite en su aprendizaje? ¿Cuánto más podemos “humanizarlos”?

JC. No sé si cualquiera en su especie podría hacer esto, pero es difícil saberlo pues no se ha trabajado mucho con gorilas en este tema.  Sin saber si otros gorilas son capaces de aprender lo que dicen que aprendió Koko, es difícil saber si se trata de una superdotada.  Este tema se ha estudiado más con chimpancés y bonobos, e incluso con un orangután. Hay varios ejemplos de grandes simios aprendiendo el lenguaje de los signos americano para comunicarse con humanos. El límite de su aprendizaje tal vez se encuentra en la motivación que les lleva a comunicar. La gran mayoría de veces simplemente responden a preguntas (¡que no está nada mal!) o piden cosas bastante concretas (comida o visitar un lugar determinado); tienen lo que se suele llamar un discurso imperativo, no tanto un discurso declarativo.

 

JAG. Hablar de chimpancés es hablar de Jane Goodall. Ella ha dedicado su vida a conocer su mundo y a difundirlo. Su papel ha sido fundamental en el activismo ambiental y en la divulgación de la ciencia. Ha sido así hasta tal punto que en el año 2003 recibió el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica. ¿Cómo valora usted su experiencia y su papel en el conocimiento de la etiología de estos simios? ¿Cree que conocer el mundo animal ayudará a protegerlo y respetarlo?

JC. Goodall fue una pionera en el campo de la primatología y descubrió cosas que otros investigadores no habían ni soñado.  Su primera monografía es un ejemplo de cómo realizar investigación etológica de campo. Es fantástica. Creo que se publicó en 1968, y todavía está muy vigente en muchos sentidos. Se nota que la escribió alguien con mucho talento y dedicación. Su libro sobre los chimpancés de Gombe (1986) es todo un clásico, referente obligado y un modelo que han seguido muchos de sus colegas.

Y sí, claro, creo que conocer ayuda a apreciar, pero ello no es únicamente aplicable al mundo animal sino también a otras culturas humanas.

 

JAG. Y por último, lo bonobos. Hace un par de años se terminó la secuenciación de su genoma, un proyecto con participación española gracias a la presencia del grupo de Tomás Marqués Bonet. Se suele decir que el parecido entre bonobos y chimpancés (los dos pertenecen al mismo género) es comparable al existente entre los humanos actuales y los neandertales. También se dice que son nuestros parientes más sociables, a diferencia de los chimpancés, cuya relación dentro del grupo de los distintos individuos puede llegar a ser bastante agresiva. ¿Tiene alguna ventaja evolutiva uno de estos dos comportamientos frente al otro? ¿Qué más diferencias notables alejan a los bonobos de los chimpancés y los acercan a los humanos?

JC. Creo que aquí ha habido bastante prensa rosa y en gran parte esto es debido a que alguno de mis colegas ha querido vender la idea de que los bonobos son una especie de primate hippie mientras que los chimpancés son poder y agresividad pura.  No estoy en absoluto de acuerdo con esta caracterización. Es cierto que hay diferencias entre chimpancés y bonobos en lo que a agresividad se refiere y que tal vez los bonobos tienden a utilizar conductas socio-sexuales más a menudo que los chimpancés cuando hay conflictos, aunque los chimpancés también las utilizan (e.g., besos, montas). Lo que sucede es que las diferencias entre bonobos y chimpancés se hallan más en las formas que en el contenido.  Los bonobos, de hecho, pueden ser muy agresivos, lo que sucede es que en bonobos son las hembras las que practican la agresión más despiadada. Además, la agresión del chimpancé es mucho mas pública (grandes despliegues intimidatorios por parte de los machos mientras todo el mundo corre a buscar refugio), mientras que la agresividad en el bonobo es más privada, llama menos la atención. Una mirada por parte de una bonobo hembra, y los bonobos machos adolescentes se pueden mostrar aterrados. Ello sería impensable en los chimpancés; en todo caso, si sucediera, los roles sexuales estarían intercambiados.

 

JAG. Para acabar, una pregunta sobre su experiencia personal. Usted ha desarrollado toda su carrera científica lejos de España. ¿Ha sido ésta una elección libre o no ha tenido más opción? ¿Podía haber desarrollado su carrera científica en nuestro país y alcanzado un punto similar al que ahora se encuentra? ¿Cree que la política científica española actual favorece la huída al extranjero de futuros y prometedores investigadores?

JC. Sí, fue una elección libre porque en España no podía haber obtenido la formación que obtuve en el extranjero. Me podría haber quedado en España, pero mi carrera académica se hubiera visto perjudicada, o, si se prefiere, no se hubiera desarrollado al mismo ritmo. De eso estoy completamente convencido. La política actual no es que favorezca la huida sino que la estimula. Es vergonzoso que no exista una política de investigación a largo plazo (con previsiones para más de diez años) que no esté sujeta a los cambios de éste o aquél gobierno.  La ciencia necesita tiempo, recursos y talento.  A una planificación cuidadosa se le debe añadir una inversión importante y la confianza en el plan que se ha trazado.

 

JAG. Y una recomendación final. ¿Podría aconsejarnos un libro, de temática científica o no, que piense que no podemos dejar de leer?

JC. Acabo de leer uno sobre memorias autobiográficas involuntarias, de Dorthe Berntsen (Cambridge University Press). Es un libro técnico, pero muy interesante por los procesos cognitivos que explora en relación a nuestras memorias personales.

 

JAG. Muchísimas gracias. Ha sido un verdadero placer.

JC. Igualmente, y gracias por su interés en este tema.

4 comentarios:

  1. Muy interesante y riguroso. Sabe a poco. Quiero más.

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  2. Muchas gracias, Diego.

    La verdad es que interesante y riguroso son dos de los múltiples adjetivos que admite Josep Call; un científico como la copa de un pino.

    Un abrazo.

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  3. Una entrevista bien preparada. Me ha gustado el enfoque. Sigue así J.A. Garrido

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  4. Josh A., muchas gracias por tu ánimo. Lo de preparar bien las entrevistas es un imperativo por el respeto enorme que les tengo tanto a los entrevistados como a los posibles lectores.

    Un abrazo.

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